miércoles, 4 de noviembre de 2009

El invierno es largo y escaso en eventos, así que se me ha ocurrido repasar algunas de las carreras que mas me han marcado en mi vida. Algunos me habéis dicho que soy demasiado joven para hacer unas memorias, pero no he podido resistirme. Antes de nada, me gustaría decir que voy a tratar acontecimientos que sucedieron hace algunos años, con lo que la memoria no puede ser tan exacta y la redacción tan detallada como cuando trato una carrera que he corrido la semana anterior, espero que, aún así, os gusten las crónicas.

Me gustaría empezar con la carrera de Millau 98 (La Caussenarde), mi primera maratón y mi primera carrera en el extranjero:

Millau es una localidad del centro de Francia a la que jamás se nos hubiera ocurrido ir a correr, pero un cumulo de circunstancias hicieron que nos lo planteáramos y que mi carrera deportiva no volviera a ser la misma.

Para mí la carrera empieza en Torrijos, bonita localidad toledana en la que, aparte de regalarnos una camiseta azul que desteñía cada vez que la metía en la lavadora, rompimos el cárter del 306 de mi padre. En esa época aun no tenía carnet de conducir, por lo que dependía de la solidaridad familiar para poder ir a las carreras, y eso, muchas veces, implicaba programar rocambolescos planes que podían incluir, como en este caso, a amigos de mis padres, para hacer un picnic cerca de la carrera en cuestión. Recuerdo que íbamos por un camino cercano a un río cuando, en un bache sin demasiada importancia, golpeamos con la parte delantera del coche rompiendo el cárter. No sé que puesto hice en aquella carrera (tendría que mirarlo en mis agendas) pero ese pequeño accidente nos hizo quedarnos a todos con mal sabor de boca.

En aquella época la policía de Madrid llevaba coches Peugeot 306, y por lo visto la demanda de cárters de este modelo había sobrepasado las capacidades de abastecimiento de los fabricantes, solución: irnos a Francia a buscar uno.

Por otro lado, uno de los mejores amigos de mi padre nos había hablado de la carrera de Millau, 100 km de puro mountain bike en un recorrido circular. Yo empezaba a estar cansado de dar vueltas a los circuitos y me apetecía disfrutar de la competición de otra manera.

Tras comprobar que la carrera era el domingo después de mis exámenes de junio, no dudamos en que sería una magnifica forma de terminar el curso y nos apuntamos. Recuerdo perfectamente que nos sorprendió lo cara que era la inscripción, unas 5.000 ptas.

Mi amigo Hector Hernandez ya había dejado de correr hacía algunas semanas y estaba empezando con el atletismo, pero conseguí convencerle para una aventura más en mtb. Así que, según salí de mi último examen de 3º de BUP (de física si no recuerdo mal), nos montamos en un coche prestado por unos amigos, un mítico (al menos para nosotros desde aquel viaje) Rover 200, con maletero en el que metimos 3 bicicletas, no sé ni como; y nos dirigimos hacia el centro de Francia con toda la ilusión del mundo.

Al llegar a la zona de la carrera nos encontramos con un montaje impresionante, con un comedor en el que podíamos desayunar, miles de ciclistas por todos lados, mucho público, etc.; algo a lo que no estábamos acostumbrados.

Ese año corría para la tienda World Bike, y tenía un maillot con unos bolsillos enormes, que al cargarlos se estiraban hasta casi tocar con la rueda trasera, así que los llenamos a tope y confiamos en los avituallamientos para evitar el sobrepeso de una mochila.

La salida por el pueblo iba lanzada y Hector me decía (habíamos acordado ir juntos el máximo tiempo posible) que nos lo tomáramos con calma que aquello era una locura y se nos haría largo. Yo estaba en buena forma y llevaba un dorsal en el manillar, mi idea de tomármelo con calma era darlo todo y cuando no pudiera mas, echar el resto.

Iba comodísimo, recuperando puestos que habíamos perdido en la salida multitudinaria, adelantando franceses sin contemplaciones. Hector no estaba en su mejor momento, pero se estaba comportando como un jabato, yo iba como un avión (de 16 años, eso sí).

Entre mis aficiones de aquella época estaba el devorar libros de entrenamiento y nutrición, había leído bastante sobre la importancia de una buena hidratación y alimentación en el ejercicio prolongado e iba especialmente mentalizado en este aspecto para esta prueba. Recuerdo tener que insistir a Hector para que comiera desde la primera hora, a lo que él respondía que no tenía hambre, aún así me hacía caso.

Hector y yo “vivíamos” en el Pardo, caracterizado por senderos en los que era importante una buena trazada. Siempre comentábamos el valor añadido que nos daba eso en las carreras, ya que ganábamos bastantes puestos en las bajadas. En un tramo de sendero precioso en un bosque que apenas dejaba pasar la luz pasado el primer tercio de carrera, mientras adelantábamos corredores que nos doblaban en edad, experiencia y fuerza, nos encontramos a mi padre haciendo fotos; en esa época, como he dicho, siempre me acompañaba a las carreras y estaba acostumbrado a verle al borde del circuito mientras pasaba una y otra vez, pero ahí me di cuenta de lo especial de este evento y me hizo especial alegría. Al poco de pasarle, nos encontramos un aviso de la organización para que desmontáramos, ya que había un escalón difícilmente superable montado.

Al poco iniciamos una subida por sendero serpenteante espectacular, iba más fuerte que la gente de nuestro alrededor, pero no podíamos adelantar dada la falta de espacio, así que me dedico a guardar energías, algo que Hector agradece enormemente porque empezaba a notar el ritmo y los kilómetros. Al coronar nos dicen que vamos el 35 y 36, lo cual ni nos creemos ya que habían salido unos 1.000 corredores, pero supone una inyección de moral para los dos, en especial para Hector que empieza a ir “tostado” cuando superamos el ecuador de la prueba.

Insisto en que hay que comer, cosa que hacemos cuando quedan un par de km para uno de los avituallamientos, así podemos perder el menor tiempo allí ya que solo tenemos que recargar nuestros enormes bolsillos. Al poco, la EDR Furia de Hector sufre su más grave y, probablemente, última avería, marcando nuestra carrera irremediablemente.

Cuando nos paramos a ver las consecuencias, vemos la patilla del cambio retorcida y el cambio partido, lo que nos deja fuera de carrera sin lugar a dudas.

Andamos hasta el avituallamiento y nos dicen que pueden arreglarlo, algo que nos sorprende, pero no nos queda más opción que creerlo. En ese momento tenemos que decidir y Hector me insiste en que me vaya yo solo mientras le arreglan su bici y que ya terminará él por su cuenta, o se volverá con el coche escoba.Dudo unos instantes, pero, al verle convencido, decido reemprender la marcha y tratar de asegurar el puesto por los dos.

En este punto aprendo de la forma más dura posible lo importante que es la orientación en las carreras maratón. Sucedió que llevábamos varios km siguiendo un GR con unas marcas bastante características y, justo en este punto, el GR iba por un lado y la carrera por otro, pero al salir del avituallamiento la primera marca que vi fue la del Gran Recorrido y por ahí fue por donde seguí.

Inicié un descenso rápido donde me encontré a unos cuantos ciclistas igual de despistados que yo, les sobrepasé y al poco llegué a una zona donde el sendero se cerraba, las marcas no eran tan claras y me encontré con una finca cerrada: estaba perdido.

La primera sensación fue de desesperación por perder el puesto, pero pronto me di cuenta de que las prioridades habían cambiado y que la carrera pasaba a un segundo plano, lo importante era reencontrarme. Llevaba muchos km sin ver a nadie y me resultaba imposible retroceder, así que, en cuanto alcancé una carretera, decidí seguirla siguiendo mi intuición de donde podría encontrarse Millau.

El cuentakilómetros marcaba mas de 80km desde la salida cuando llego a una zona militarizada, ya no sólo temo por estar perdido, empiezo a temer por mi integridad, aún así no veo a nadie.

90km, sin nada más que comer y con poca agua y ni rastro de humanidad, las dudas sobre la dirección tomada me asaltan constantemente hasta que llego a un cruce y veo un cartel en el que indicaba que Millau estaba a 10km. Un rato después ya veía la ciudad y poco después estaba llegando a la meta destrozado física y anímicamente.

Mi padre estaba extrañado por que tardaba demasiado, aún así, no creo ni que hubieran llegado los 100 primeros. Para colmo, al no haber pasado el último control, recibo el diploma del recorrido corto. La espera hasta la llegada de Hector no es mucho mejor, y mi preocupación aumenta. Por fin llega sin poder hablar y con su diploma de los 100km de la Caussenarde en la mano, había terminado su última carrera en mtb.

La alegría por volver a ver a mi amigo sano y salvo no podía compensarme la insatisfacción personal de no haber terminado como él (o con él mejor), es precisamente por eso por lo que he elegido hacer una crónica de esta carrera en el blog, esa sensación me llevó a correr muchas más maratones, donde la satisfacción por los resultados se combina con la alegría por terminar, ya que, incluso cuando se gana, se atraviesan momentos de esos que reconocemos como “pero qué hago yo aquí?”.

Como anécdota, tengo que decir que mientras reponíamos fuerzas oímos por megafonía nuestros nombres, ya que nos habían otorgado el premio a los participantes más lejanos, subimos al pódium y el locutor nos empezó a entrevistar, en francés, por supuesto; por suerte que yo en aquella época me defendía.

Por cierto, me prometí volver a disputar…

miércoles, 7 de octubre de 2009




Mas sobre los 88:

Para suplir la ausencia de crónicas de los últimos meses, voy a seguir con la tradición iniciada por Marcial, con aportaciones de compañeros de fatigas.

Durante muchos años siempre me ha sorprendido comentando con los compañeros después de las marchas, maratones y carreras en general lo parecidas que eran las "batallitas" al margen del puesto en el que queda cada uno, como muestra el siguiente relato:

Crónica de los 88 por Víctor Garcimartín

Entrenando un domingo pos-vacacional con mi compañero de viajes Javier Martín (en adelante Pichi) por los altos de Cueva Valiente, me comentó que había una maratón denominada Los 88 de Mammoth (en adelante los 88). En un primer momento, tal vez por el calentón de la subida o por las malas sensaciones que experimentaba (seguro que diversos mojitos disfrutados en el periodo vacacional deben su causa), no le tome en serio y deje pasar el tema.
Al llegar el lunes al trabajo, no sé muy bien por qué, me acordé de Los 88, así que me decidí a investigar un poco vía web en diversas páginas y foros en donde se comentaba acerca del tema. Tras informarme de que iba la “marcha” me decidí a preguntar a mi amigo y compañero de trabajo Pablo Diago (en adelante Diago).

Una vez recibida la instrucción necesaria (a unas tres semanas de la prueba), promovido por las advertencias de que los dorsales volaban me decidí a ver que había que hacer para inscribirse. Al observar la web de la “marcha” tomé la decisión de inscribirme (pobre iluso…), así que descolgué el teléfono y marque el número de Pichi.

Dicho y hecho, pague las inscripciones y listo, ya no había vuelta atrás…Era mi primera maratón y la primera vez que me enfrentaba a una distancia así ya que solemos entrenar por el Escorial con una media de 40-50 km. Durante las dos semanas restantes me decidí a entrenar algo más en serio y a pedir consejo a mis más cercanos (mi hermano Miguel, Pichi, Diago y otros compañeros de viaje…) En una de las rutas preparativas, dos parejas me hicieron saber que también se disponían a participar en la marcha. Ambas se componían de gente bastante más preparada que yo así otro reto más me acechaba…

Tras dos semanas de conversaciones telefónicas con mi pareja, inspecciones de la zona y diversas visitas a la tienda para la compra de productos de nutrición para la “marcha” y otros complementos para la bici, quedamos para hacer el último finde semana de preparación, el cual se componía de: Sábado- salida por la zona del Escorial 60-70 km y Domingo-salida por la zona de Cerceda. El sábado por la mañana me levanté con bastante fuerza y pensando que no debíamos de arriesgar mucho ya que la fecha citada estaba próxima. Salimos a las 10 un grupo de compañeros entre los cuales se encontraba mi pareja de los 88 (Pichi), tras subir uno de los mayores desniveles de la etapa comenzamos a bajar Navahonda cuando a dos minutos de comenzar la bajada observo como mi compañero de marcha se estrella contra un muro, volando la bici por los aires. Asustados nos acercamos, observando que se había dislocado la última falange de uno de los dedos de la mano. Rápidamente ambos nos dimos cuenta de que al menos para él la 88 se había acabado.

Durante la semana siguiente (última semana) existió un baile de posibles parejas, al final un compañero llamado Jesús Martín (en adelante TIUBAI) se quedó sin pareja y se decidió, aceptando que mi nivel era inferior al suyo y que no podría dar el todo por el todo en la prueba, a acompañarme en tal desdichada hazaña.

Con todo lo anteriormente citado nos presentamos el domingo en línea de salida mi compañero y yo y otra pareja de bien experimentados riders (en adelante Luís y Eduardo) (no veo a Diago por ningún sitio y eso habíamos hablado media hora antes...supuse que estaría en primera línea). En la salida neutralizada ya se palpaba bien aquello de lo que Diago me había avisado, “la gente se pone muy nerviosa en la salida de este tipo de pruebas y va siempre a tope”. Tras el típico discurso del Alcalde del pueblo, se dio la salida, situándome en la zona media del grupo y observando que el nerviosismo flotaba en el ambiente.

Mi corazón, inexperto, latía a 200 pulsaciones, mis ojos miraban a todos los rincones, divisando como pasaban a ciclistas y como me pasaban a su vez decenas de bicicletas a diestro y siniestro. Una vez finalizado el tramo de carretera nos adentramos en un camino-pista de arena en la que ya a unos 500 metros veo una subida considerable, la cual ya estaban dando bien cuenta los primeros. Tomo aire y me digo “tranquilo respira, ya está todo en marcha”. Mi compañero pone ritmo y acabamos llegando al primer tamo en una aceptable situación. Nos tickean y seguimos. Antes del primer avituallamiento escucho a Luis y a Edu como nos cogen. Intento seguir su ritmo pero en el llano empiezo a notar como las piernas no van, así que decido dejarles marchar y poner mi ritmo ya que la marcha era larga (en esos momentos no pensaba que tanto). Pasamos el punto dos comenzando a subir Canencia, en esos precisos momento me doy cuenta que voy “puré del bueno”. Subiendo Canencia empiezo a perder posiciones, decido seguir regulando dándome cuenta de que el objetivo se ha convertido en acabar. A punto de coronar Canencia, escucho a un grupo que nos indica que nos hemos equivocado y que tenemos que bajar 200 metros para retomar el camino (Dios mío ya me podía haber equivocado bajando). En la cumbre Tiubai comienza a animarme indicándome que lo duro había terminado y me indica que vuelva a tomarme un gel a ver si recupero un poco.

A continuación comenzamos a bajar el GR 10, en este punto de la carrera comenzamos a pasar a parejas llegando al punto del 2ª avituallamiento con un tono de felicidad impropio del futuro que me esperaba. Tomamos algo de comer y seguimos bajando ahora por pista pasando por uno de los tramos más divertidos del circuito. En el mencionado tramo me encuentro algo más cómodo y durante una media hora seguimos a un grupo que marchaba a un ritmo bastante bueno. Comenzamos por un tramo rompepiernas en donde empiezo a notar como el sol se acecha sobre mí, los manguitos empiezan a sobrar (incluso pasa por mi cabeza tirarlos). En ese momento clave pregunto a Tiubai cuanto queda para finalizar indicándome este que unas dos horas. En mi cabeza comienzan a volar cuervos y empiezo a pasarlo francamente mal, pensando en las típicas frases “que hago aquí, no vuelvo a coger la bici, no puedo más, no voy a llegar, mi padre tenía razón en que no debería de haber venido”. Tiubai observa mi cara (más tarde me afirmó que pensaba que me retiraba).

Continuas subidas y bajadas crean en mis gemelos varios calambres, por no hablar de la parte trasera que ya ni la siento. Tiubai insiste en que tengo que comer, no tengo apetito, nos encontramos a un chico que comienza a hablarme, no le hago casó ya que no le conozco (más tarde me indicarían que era uno de los conocidos del Escorial pero en ese momento ni veía). No paro de mirar el dorsal y solo veo 4 puntos tickeados, me quedan dos, estoy muerto. Pienso en parar, en llamar a la ambulancia y que me lleven a casa pero hay algo en mi cabeza, no¡, hay muchas cosas, muchas personas: mi hermano me habla, Diago esta en mi mente ya que se que estará en meta orgulloso de mí esperándome, Pichi me anima desde su sillón, mi novia me esperará al volver, NO PUEDO DEFRAUDAR.

Pedaleo, sigo pedaleando y pedaleo más, los kilómetros no pasan, toda la gente de control me indica que queda poco, me engañan. Por fin llegamos al punto último avituallamiento, tomo algo de melón, una barrita y bebida isotónica. Una de las parejas que se encuentra allí nos comenta que quedan 18 km de los cuales 13 son de subida, en ese momento pienso CABRONES LOS DE ORGANIZACIÓN. En mi esperanza cabe la idea de que esa información es errónea, pero esta se dispersa en el primer tramo con una rampón del quince, Tiubai me anima me dice que ya llevamos el 5º tickeo en el dorsal que ya “hasta meta ¡”, me centro, y noto que mi corazón ni siquiera va acelerado, voy vacío. Tomo una decisión, no bajarme de la bici, seguir pedaleando en lugar de andar ya que sé que me viene fatal y me puede producir una subida de gemelo. Veo a la gente penar, gente con calambres, la gente andando, y noto como (lo siento) esto me da fuerza ya que subo todo montado cuando otros andan. Por fin llegamos a un pueblo, pregunto a mi pareja si es esto la meta y me dice que si que siga. Mis ojos se iluminan, no lo puedo creer, sigo pedaleando, y pedaleo por el asfalto aún más. A lo lejos veo como se mete el circuito de nuevo por el campo, es justo ahí cuando me doy cuenta de que me ha vuelto a engañar, pregunto a alguien de control y me comenta que quedan 8 km. Tengo ganas de llorar, me duele la espalda, en cada bajada no siento los brazos a 5 km de meta y ya en el maldito pueblo, aparece un rampón increíble en medio de chalets (desconocía pueblos con ese desnivel). La gente pena aún más, entonces siento como mi mano izquierda se empieza a contraer, me asusto pensando que puede ser un infarto o algo así, no puedo estirar los dedos.

Estoy al límite cuando corono la última de la trialeras, así un hombre me indica que lo que veo a lo lejos es la última subida. Una pista de 500 metros, pienso en toda la gente que me ha acompañado en mi mente durante toda la carrera. Pienso en el final, Tiubai me indica que comience a pensar en la cocacola helada que nos espera que esto es el final de verdad, entrando de nuevo en un tramo de carretera comienzo a ver los coches del parking, comienzo pensar que es verdad, que es el final, que no es mentira.

Entonces veo el arco de meta, es en ese momento cuando me doy cuenta que ha merecido la pena, un escalofrío recorre todo mi cuerpo para toparse en mi sien, en mis ojos, noto que voy a llorar…

Llegando a meta nos toman el dorsal parando el crono en 6 horas 4 minutos, me bajo de la bici, y en la vista destellos y siento nauseas, pero sé que todo ha acabado. Tomo la decisión de irme a casa lo antes posible y de llamar a la gente que apreció al llegar a casa (pido disculpas por esto y sobre todo a Diago, que se preocupó, incluso llegando pensar que había muerto en alguno de los tramos de la marcha…..).
Fotos adquiridas en ZonaReflex.com

lunes, 5 de octubre de 2009

Los cuartos 88:

Han pasado muchos meses desde mi última entrada, en este tiempo no he dejado de participar en alguna prueba muy seleccionada, sin llegar a disputar como en los "viejos tiempos".

Han sido unos meses de poca bici, muy poco pese a que mis compañeros de fatigas nunca se lo han creído, unido a otros excesos no permitidos durante los años de competición mas exigentes, me han dejado en un estado de forma desconocido.

Hace unos meses llegué a un punto de inflexión, cuando no conseguí seguir a mis amigos en las típicas salidas domingueras, ahí me di cuenta de que echaba de menos la sensación de poner el cuerpo al límite y que éste respondiese, decidí que era el momento de trabajar para volver a tener, al menos, esas sensaciones. Una idea que me sirve de motivación es el hecho de cambiar de categoría en un par de temporadas, ya con 15 años me dí cuenta de que no sería un buen élite, así que bromeaba con intentar ser un buen master; si de verdad quiero intentarlo, hay que ponerse manos a la obra.

Los últimos tiempos no he disfrutado en las maratones a las que he asistido, he ido sin presión y casi sin motivación, no puedo decir que haya sufrido, pero no me gusta las sensaciones que tengo al participar con el simple objetivo de terminar. Este año he hecho mis novenos Monegros, solo por participar, y creo que después de los resultados que allí he conseguido, es complicado motivarse con terminar.

Aunque mi estado mejoraba con los Km acumulados en las vacaciones, mi intención inicial era no participar en ninguna prueba hasta la temporada que viene. Estaba resultando complicado, con la proximidad de la Maratón de Mammoth, los 88, el no entrar al trapo, viendo a muchos de mis amigos montar sus "equipos" para el evento, sin embargo, yo permanecía al margen. Uno de mis compañeros de mesa y amigo, Victor, se apunta por primera vez a una prueba de este tipo y "me pone los dientes largos" con los preparativos.

Unos 10 días antes del evento, recibo una llamada de Nacho y me invita a acompañarle en la prueba ya que se ha quedado sin pareja con la inscripción hecha. Dudo unas horas hasta que finalmente acepto.

Los test previos habían sido bastante positivos, sabía que estaba corto de fondo, pero era optimista en cuanto a poder suplir esta circunstancia con la experiencia, por ello me fijo el objetivo de estar lo mas cerca posible de un Top 10, mas sabiendo del extraordinario momento de forma de mi compañero.

En la salida nos colocamos entre los primeros sin problemas, si bien, en cuanto empezamos a subir, me doy cuenta de que no estoy para rodar a estos ritmos sin calentar. Las sensaciones de agarrotamiento de las piernas perduran toda la subida, pero me motivo pensando que, en cuanto haya algún descanso, mis piernas volverán a funcionar como lo habían hecho las semanas previas y podría rendir a un buen nivel, quizá no para un top 10, pero si para un 20.

La primera bajada me pone los pelos (de los brazos) de punta, la gente se cae a mi alrededor, temo por mi integridad y me pregunto como era que antes no sentía esta sensación de inseguridad. Supero la situación y me reagrupo con Nacho que va como un tiro, a su rueda paso sin problemas los Km de acercamiento al puerto de Canencia.

Voy mejorando las sensaciones y afrontamos un puerto que me encanta, que se adaptaba a mis características perfectamente cuando estaba en forma, con rampas tendidas, algunas mas duras, y con descansos para coger aire. Nos encontramos a José al pie del puerto, él debería llevar mi dorsal y estar acompañando a Nacho, pero al menos se ha acercado a animarnos y se lo perdonamos. Nos marca un buen ritmo en la subida, va sobrado y yo no voy muy mal. Nacho da sus primeros síntomas de debilidad, ya pensaba que me iba a "martirizar" toda la ruta...

En el descenso tomo la iniciativa del equipo, vamos pasando gente como podemos, el GR10 está muy despejado de piedras, sin embargo tengo que poner el pie en un par de sitios al encontrarme con "tráfico". Al llegar al avituallamiento me encuentro a Felix García Casas, que sigue sin aprender a bajar, se lo comento y nos echamos unas risas...seguro que mas se reiría él cuando aquello volvió a ponerse cuesta arriba y nos pasó como un tiro.

Nacho empezó con sus problemas de calambres, es una pena que no pueda solucionarlo porque le merman enormemente en su rendimiento. Al margen de esta incidencia para el equipo, son los km de mas disfrute, con unos senderos preciosos, que nos acercan a Miraflores, me vienen a la memoria recuerdos de hace 3 años, cuando estos mismos senderos eran los últimos 10km de la carrera y Juan y yo nos dirigíamos a aquel memorable triunfo.

En aquel momento ya notaba que las fuerzas flojeaban, que tenía que regular, pero en un control nos dicen que vamos los 15 y la adrenalina empieza a fluir como en los mejores tiempos, ese último empujón que tantas alegrías me ha dado en forma de buenos resultados.

Sabemos que la última parte es dura, pero la motivación es alta, hasta que en una zona de sendero entre vegetación seca, mi rueda de atrás empieza a perder aire, llevo un año sin pinchar, pero hoy vuelve a tocar.

Paramos a pleno sol, ya que no había ni un solo árbol en las proximidades, pronto me doy cuenta de que la parada me va a sentar muy mal. Intentamos arreglar con la espuma pero la rueda no coge presión. Me empiezo a encontrar mal y a sentir que me está dando el sol muy fuerte cuando empiezan a pasar los primeros pelotones desde nuestra parada, que rabia, llevábamos varios minutos de ventaja a los siguientes.

Entre el sol y la falta de fuerzas Nacho y yo nos armamos un lío para sacar la cámara, que además estaba pegada por el antipinchazos, nunca lo habíamos pasado tan mal para reparar un pinchazo. Inflamos como podemos y al reanudar la marcha voy mareado, reconozco los síntomas, creo que tengo una insolación.

En menos de un km pasamos el último avituallamiento, pero no paramos porque queríamos remontar, pero en el primer repecho, el vacío. La cabeza se me va y tengo un fuerte dolor en el pecho, no me gusta nada lo que siento y pongo pie a tierra, así en todos y cada uno de los repechos con algo de inclinación hasta meta. En este punto la gente iba muy "tostada", pero aún así nos adelantan no sé cuantas parejas.

Nacho se ha recuperado de sus calambres y se desespera con tener que esperarme, siento no haber podido estar a la altura de lo esperado, pero los meses de inactividad pasan una factura terrible, que deporte mas desagradecido este que he elegido!

En meta me recupero como puedo, Nacho ya piensa en el año que viene. Por mi parte, no creo que nunca pueda recuperar el nivel para ganar esta carrera, pero creo que aún puedo dar mucha guerra.

Saludos y hasta la próxima.


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