Mas sobre los 88:
Para suplir la ausencia de crónicas de los últimos meses, voy a seguir con la tradición iniciada por Marcial, con aportaciones de compañeros de fatigas.
Durante muchos años siempre me ha sorprendido comentando con los compañeros después de las marchas, maratones y carreras en general lo parecidas que eran las "batallitas" al margen del puesto en el que queda cada uno, como muestra el siguiente relato:
Crónica de los 88 por Víctor Garcimartín
Entrenando un domingo pos-vacacional con mi compañero de viajes Javier Martín (en adelante Pichi) por los altos de Cueva Valiente, me comentó que había una maratón denominada Los 88 de Mammoth (en adelante los 88). En un primer momento, tal vez por el calentón de la subida o por las malas sensaciones que experimentaba (seguro que diversos mojitos disfrutados en el periodo vacacional deben su causa), no le tome en serio y deje pasar el tema.
Al llegar el lunes al trabajo, no sé muy bien por qué, me acordé de Los 88, así que me decidí a investigar un poco vía web en diversas páginas y foros en donde se comentaba acerca del tema. Tras informarme de que iba la “marcha” me decidí a preguntar a mi amigo y compañero de trabajo Pablo Diago (en adelante Diago).
Una vez recibida la instrucción necesaria (a unas tres semanas de la prueba), promovido por las advertencias de que los dorsales volaban me decidí a ver que había que hacer para inscribirse. Al observar la web de la “marcha” tomé la decisión de inscribirme (pobre iluso…), así que descolgué el teléfono y marque el número de Pichi.
Dicho y hecho, pague las inscripciones y listo, ya no había vuelta atrás…Era mi primera maratón y la primera vez que me enfrentaba a una distancia así ya que solemos entrenar por el Escorial con una media de 40-50 km. Durante las dos semanas restantes me decidí a entrenar algo más en serio y a pedir consejo a mis más cercanos (mi hermano Miguel, Pichi, Diago y otros compañeros de viaje…) En una de las rutas preparativas, dos parejas me hicieron saber que también se disponían a participar en la marcha. Ambas se componían de gente bastante más preparada que yo así otro reto más me acechaba…
Tras dos semanas de conversaciones telefónicas con mi pareja, inspecciones de la zona y diversas visitas a la tienda para la compra de productos de nutrición para la “marcha” y otros complementos para la bici, quedamos para hacer el último finde semana de preparación, el cual se componía de: Sábado- salida por la zona del Escorial 60-70 km y Domingo-salida por la zona de Cerceda. El sábado por la mañana me levanté con bastante fuerza y pensando que no debíamos de arriesgar mucho ya que la fecha citada estaba próxima. Salimos a las 10 un grupo de compañeros entre los cuales se encontraba mi pareja de los 88 (Pichi), tras subir uno de los mayores desniveles de la etapa comenzamos a bajar Navahonda cuando a dos minutos de comenzar la bajada observo como mi compañero de marcha se estrella contra un muro, volando la bici por los aires. Asustados nos acercamos, observando que se había dislocado la última falange de uno de los dedos de la mano. Rápidamente ambos nos dimos cuenta de que al menos para él la 88 se había acabado.
Durante la semana siguiente (última semana) existió un baile de posibles parejas, al final un compañero llamado Jesús Martín (en adelante TIUBAI) se quedó sin pareja y se decidió, aceptando que mi nivel era inferior al suyo y que no podría dar el todo por el todo en la prueba, a acompañarme en tal desdichada hazaña.
Con todo lo anteriormente citado nos presentamos el domingo en línea de salida mi compañero y yo y otra pareja de bien experimentados riders (en adelante Luís y Eduardo) (no veo a Diago por ningún sitio y eso habíamos hablado media hora antes...supuse que estaría en primera línea). En la salida neutralizada ya se palpaba bien aquello de lo que Diago me había avisado, “la gente se pone muy nerviosa en la salida de este tipo de pruebas y va siempre a tope”. Tras el típico discurso del Alcalde del pueblo, se dio la salida, situándome en la zona media del grupo y observando que el nerviosismo flotaba en el ambiente.
Mi corazón, inexperto, latía a 200 pulsaciones, mis ojos miraban a todos los rincones, divisando como pasaban a ciclistas y como me pasaban a su vez decenas de bicicletas a diestro y siniestro. Una vez finalizado el tramo de carretera nos adentramos en un camino-pista de arena en la que ya a unos 500 metros veo una subida considerable, la cual ya estaban dando bien cuenta los primeros. Tomo aire y me digo “tranquilo respira, ya está todo en marcha”. Mi compañero pone ritmo y acabamos llegando al primer tamo en una aceptable situación. Nos tickean y seguimos. Antes del primer avituallamiento escucho a Luis y a Edu como nos cogen. Intento seguir su ritmo pero en el llano empiezo a notar como las piernas no van, así que decido dejarles marchar y poner mi ritmo ya que la marcha era larga (en esos momentos no pensaba que tanto). Pasamos el punto dos comenzando a subir Canencia, en esos precisos momento me doy cuenta que voy “puré del bueno”. Subiendo Canencia empiezo a perder posiciones, decido seguir regulando dándome cuenta de que el objetivo se ha convertido en acabar. A punto de coronar Canencia, escucho a un grupo que nos indica que nos hemos equivocado y que tenemos que bajar 200 metros para retomar el camino (Dios mío ya me podía haber equivocado bajando). En la cumbre Tiubai comienza a animarme indicándome que lo duro había terminado y me indica que vuelva a tomarme un gel a ver si recupero un poco.
A continuación comenzamos a bajar el GR 10, en este punto de la carrera comenzamos a pasar a parejas llegando al punto del 2ª avituallamiento con un tono de felicidad impropio del futuro que me esperaba. Tomamos algo de comer y seguimos bajando ahora por pista pasando por uno de los tramos más divertidos del circuito. En el mencionado tramo me encuentro algo más cómodo y durante una media hora seguimos a un grupo que marchaba a un ritmo bastante bueno. Comenzamos por un tramo rompepiernas en donde empiezo a notar como el sol se acecha sobre mí, los manguitos empiezan a sobrar (incluso pasa por mi cabeza tirarlos). En ese momento clave pregunto a Tiubai cuanto queda para finalizar indicándome este que unas dos horas. En mi cabeza comienzan a volar cuervos y empiezo a pasarlo francamente mal, pensando en las típicas frases “que hago aquí, no vuelvo a coger la bici, no puedo más, no voy a llegar, mi padre tenía razón en que no debería de haber venido”. Tiubai observa mi cara (más tarde me afirmó que pensaba que me retiraba).
Continuas subidas y bajadas crean en mis gemelos varios calambres, por no hablar de la parte trasera que ya ni la siento. Tiubai insiste en que tengo que comer, no tengo apetito, nos encontramos a un chico que comienza a hablarme, no le hago casó ya que no le conozco (más tarde me indicarían que era uno de los conocidos del Escorial pero en ese momento ni veía). No paro de mirar el dorsal y solo veo 4 puntos tickeados, me quedan dos, estoy muerto. Pienso en parar, en llamar a la ambulancia y que me lleven a casa pero hay algo en mi cabeza, no¡, hay muchas cosas, muchas personas: mi hermano me habla, Diago esta en mi mente ya que se que estará en meta orgulloso de mí esperándome, Pichi me anima desde su sillón, mi novia me esperará al volver, NO PUEDO DEFRAUDAR.
Pedaleo, sigo pedaleando y pedaleo más, los kilómetros no pasan, toda la gente de control me indica que queda poco, me engañan. Por fin llegamos al punto último avituallamiento, tomo algo de melón, una barrita y bebida isotónica. Una de las parejas que se encuentra allí nos comenta que quedan 18 km de los cuales 13 son de subida, en ese momento pienso CABRONES LOS DE ORGANIZACIÓN. En mi esperanza cabe la idea de que esa información es errónea, pero esta se dispersa en el primer tramo con una rampón del quince, Tiubai me anima me dice que ya llevamos el 5º tickeo en el dorsal que ya “hasta meta ¡”, me centro, y noto que mi corazón ni siquiera va acelerado, voy vacío. Tomo una decisión, no bajarme de la bici, seguir pedaleando en lugar de andar ya que sé que me viene fatal y me puede producir una subida de gemelo. Veo a la gente penar, gente con calambres, la gente andando, y noto como (lo siento) esto me da fuerza ya que subo todo montado cuando otros andan. Por fin llegamos a un pueblo, pregunto a mi pareja si es esto la meta y me dice que si que siga. Mis ojos se iluminan, no lo puedo creer, sigo pedaleando, y pedaleo por el asfalto aún más. A lo lejos veo como se mete el circuito de nuevo por el campo, es justo ahí cuando me doy cuenta de que me ha vuelto a engañar, pregunto a alguien de control y me comenta que quedan 8 km. Tengo ganas de llorar, me duele la espalda, en cada bajada no siento los brazos a 5 km de meta y ya en el maldito pueblo, aparece un rampón increíble en medio de chalets (desconocía pueblos con ese desnivel). La gente pena aún más, entonces siento como mi mano izquierda se empieza a contraer, me asusto pensando que puede ser un infarto o algo así, no puedo estirar los dedos.
Estoy al límite cuando corono la última de la trialeras, así un hombre me indica que lo que veo a lo lejos es la última subida. Una pista de 500 metros, pienso en toda la gente que me ha acompañado en mi mente durante toda la carrera. Pienso en el final, Tiubai me indica que comience a pensar en la cocacola helada que nos espera que esto es el final de verdad, entrando de nuevo en un tramo de carretera comienzo a ver los coches del parking, comienzo pensar que es verdad, que es el final, que no es mentira.
Entonces veo el arco de meta, es en ese momento cuando me doy cuenta que ha merecido la pena, un escalofrío recorre todo mi cuerpo para toparse en mi sien, en mis ojos, noto que voy a llorar…
Llegando a meta nos toman el dorsal parando el crono en 6 horas 4 minutos, me bajo de la bici, y en la vista destellos y siento nauseas, pero sé que todo ha acabado. Tomo la decisión de irme a casa lo antes posible y de llamar a la gente que apreció al llegar a casa (pido disculpas por esto y sobre todo a Diago, que se preocupó, incluso llegando pensar que había muerto en alguno de los tramos de la marcha…..).
Para suplir la ausencia de crónicas de los últimos meses, voy a seguir con la tradición iniciada por Marcial, con aportaciones de compañeros de fatigas.
Durante muchos años siempre me ha sorprendido comentando con los compañeros después de las marchas, maratones y carreras en general lo parecidas que eran las "batallitas" al margen del puesto en el que queda cada uno, como muestra el siguiente relato:
Crónica de los 88 por Víctor Garcimartín
Entrenando un domingo pos-vacacional con mi compañero de viajes Javier Martín (en adelante Pichi) por los altos de Cueva Valiente, me comentó que había una maratón denominada Los 88 de Mammoth (en adelante los 88). En un primer momento, tal vez por el calentón de la subida o por las malas sensaciones que experimentaba (seguro que diversos mojitos disfrutados en el periodo vacacional deben su causa), no le tome en serio y deje pasar el tema.
Al llegar el lunes al trabajo, no sé muy bien por qué, me acordé de Los 88, así que me decidí a investigar un poco vía web en diversas páginas y foros en donde se comentaba acerca del tema. Tras informarme de que iba la “marcha” me decidí a preguntar a mi amigo y compañero de trabajo Pablo Diago (en adelante Diago).
Una vez recibida la instrucción necesaria (a unas tres semanas de la prueba), promovido por las advertencias de que los dorsales volaban me decidí a ver que había que hacer para inscribirse. Al observar la web de la “marcha” tomé la decisión de inscribirme (pobre iluso…), así que descolgué el teléfono y marque el número de Pichi.
Dicho y hecho, pague las inscripciones y listo, ya no había vuelta atrás…Era mi primera maratón y la primera vez que me enfrentaba a una distancia así ya que solemos entrenar por el Escorial con una media de 40-50 km. Durante las dos semanas restantes me decidí a entrenar algo más en serio y a pedir consejo a mis más cercanos (mi hermano Miguel, Pichi, Diago y otros compañeros de viaje…) En una de las rutas preparativas, dos parejas me hicieron saber que también se disponían a participar en la marcha. Ambas se componían de gente bastante más preparada que yo así otro reto más me acechaba…
Tras dos semanas de conversaciones telefónicas con mi pareja, inspecciones de la zona y diversas visitas a la tienda para la compra de productos de nutrición para la “marcha” y otros complementos para la bici, quedamos para hacer el último finde semana de preparación, el cual se componía de: Sábado- salida por la zona del Escorial 60-70 km y Domingo-salida por la zona de Cerceda. El sábado por la mañana me levanté con bastante fuerza y pensando que no debíamos de arriesgar mucho ya que la fecha citada estaba próxima. Salimos a las 10 un grupo de compañeros entre los cuales se encontraba mi pareja de los 88 (Pichi), tras subir uno de los mayores desniveles de la etapa comenzamos a bajar Navahonda cuando a dos minutos de comenzar la bajada observo como mi compañero de marcha se estrella contra un muro, volando la bici por los aires. Asustados nos acercamos, observando que se había dislocado la última falange de uno de los dedos de la mano. Rápidamente ambos nos dimos cuenta de que al menos para él la 88 se había acabado.
Durante la semana siguiente (última semana) existió un baile de posibles parejas, al final un compañero llamado Jesús Martín (en adelante TIUBAI) se quedó sin pareja y se decidió, aceptando que mi nivel era inferior al suyo y que no podría dar el todo por el todo en la prueba, a acompañarme en tal desdichada hazaña.
Con todo lo anteriormente citado nos presentamos el domingo en línea de salida mi compañero y yo y otra pareja de bien experimentados riders (en adelante Luís y Eduardo) (no veo a Diago por ningún sitio y eso habíamos hablado media hora antes...supuse que estaría en primera línea). En la salida neutralizada ya se palpaba bien aquello de lo que Diago me había avisado, “la gente se pone muy nerviosa en la salida de este tipo de pruebas y va siempre a tope”. Tras el típico discurso del Alcalde del pueblo, se dio la salida, situándome en la zona media del grupo y observando que el nerviosismo flotaba en el ambiente.
Mi corazón, inexperto, latía a 200 pulsaciones, mis ojos miraban a todos los rincones, divisando como pasaban a ciclistas y como me pasaban a su vez decenas de bicicletas a diestro y siniestro. Una vez finalizado el tramo de carretera nos adentramos en un camino-pista de arena en la que ya a unos 500 metros veo una subida considerable, la cual ya estaban dando bien cuenta los primeros. Tomo aire y me digo “tranquilo respira, ya está todo en marcha”. Mi compañero pone ritmo y acabamos llegando al primer tamo en una aceptable situación. Nos tickean y seguimos. Antes del primer avituallamiento escucho a Luis y a Edu como nos cogen. Intento seguir su ritmo pero en el llano empiezo a notar como las piernas no van, así que decido dejarles marchar y poner mi ritmo ya que la marcha era larga (en esos momentos no pensaba que tanto). Pasamos el punto dos comenzando a subir Canencia, en esos precisos momento me doy cuenta que voy “puré del bueno”. Subiendo Canencia empiezo a perder posiciones, decido seguir regulando dándome cuenta de que el objetivo se ha convertido en acabar. A punto de coronar Canencia, escucho a un grupo que nos indica que nos hemos equivocado y que tenemos que bajar 200 metros para retomar el camino (Dios mío ya me podía haber equivocado bajando). En la cumbre Tiubai comienza a animarme indicándome que lo duro había terminado y me indica que vuelva a tomarme un gel a ver si recupero un poco.
A continuación comenzamos a bajar el GR 10, en este punto de la carrera comenzamos a pasar a parejas llegando al punto del 2ª avituallamiento con un tono de felicidad impropio del futuro que me esperaba. Tomamos algo de comer y seguimos bajando ahora por pista pasando por uno de los tramos más divertidos del circuito. En el mencionado tramo me encuentro algo más cómodo y durante una media hora seguimos a un grupo que marchaba a un ritmo bastante bueno. Comenzamos por un tramo rompepiernas en donde empiezo a notar como el sol se acecha sobre mí, los manguitos empiezan a sobrar (incluso pasa por mi cabeza tirarlos). En ese momento clave pregunto a Tiubai cuanto queda para finalizar indicándome este que unas dos horas. En mi cabeza comienzan a volar cuervos y empiezo a pasarlo francamente mal, pensando en las típicas frases “que hago aquí, no vuelvo a coger la bici, no puedo más, no voy a llegar, mi padre tenía razón en que no debería de haber venido”. Tiubai observa mi cara (más tarde me afirmó que pensaba que me retiraba).
Continuas subidas y bajadas crean en mis gemelos varios calambres, por no hablar de la parte trasera que ya ni la siento. Tiubai insiste en que tengo que comer, no tengo apetito, nos encontramos a un chico que comienza a hablarme, no le hago casó ya que no le conozco (más tarde me indicarían que era uno de los conocidos del Escorial pero en ese momento ni veía). No paro de mirar el dorsal y solo veo 4 puntos tickeados, me quedan dos, estoy muerto. Pienso en parar, en llamar a la ambulancia y que me lleven a casa pero hay algo en mi cabeza, no¡, hay muchas cosas, muchas personas: mi hermano me habla, Diago esta en mi mente ya que se que estará en meta orgulloso de mí esperándome, Pichi me anima desde su sillón, mi novia me esperará al volver, NO PUEDO DEFRAUDAR.
Pedaleo, sigo pedaleando y pedaleo más, los kilómetros no pasan, toda la gente de control me indica que queda poco, me engañan. Por fin llegamos al punto último avituallamiento, tomo algo de melón, una barrita y bebida isotónica. Una de las parejas que se encuentra allí nos comenta que quedan 18 km de los cuales 13 son de subida, en ese momento pienso CABRONES LOS DE ORGANIZACIÓN. En mi esperanza cabe la idea de que esa información es errónea, pero esta se dispersa en el primer tramo con una rampón del quince, Tiubai me anima me dice que ya llevamos el 5º tickeo en el dorsal que ya “hasta meta ¡”, me centro, y noto que mi corazón ni siquiera va acelerado, voy vacío. Tomo una decisión, no bajarme de la bici, seguir pedaleando en lugar de andar ya que sé que me viene fatal y me puede producir una subida de gemelo. Veo a la gente penar, gente con calambres, la gente andando, y noto como (lo siento) esto me da fuerza ya que subo todo montado cuando otros andan. Por fin llegamos a un pueblo, pregunto a mi pareja si es esto la meta y me dice que si que siga. Mis ojos se iluminan, no lo puedo creer, sigo pedaleando, y pedaleo por el asfalto aún más. A lo lejos veo como se mete el circuito de nuevo por el campo, es justo ahí cuando me doy cuenta de que me ha vuelto a engañar, pregunto a alguien de control y me comenta que quedan 8 km. Tengo ganas de llorar, me duele la espalda, en cada bajada no siento los brazos a 5 km de meta y ya en el maldito pueblo, aparece un rampón increíble en medio de chalets (desconocía pueblos con ese desnivel). La gente pena aún más, entonces siento como mi mano izquierda se empieza a contraer, me asusto pensando que puede ser un infarto o algo así, no puedo estirar los dedos.
Estoy al límite cuando corono la última de la trialeras, así un hombre me indica que lo que veo a lo lejos es la última subida. Una pista de 500 metros, pienso en toda la gente que me ha acompañado en mi mente durante toda la carrera. Pienso en el final, Tiubai me indica que comience a pensar en la cocacola helada que nos espera que esto es el final de verdad, entrando de nuevo en un tramo de carretera comienzo a ver los coches del parking, comienzo pensar que es verdad, que es el final, que no es mentira.
Entonces veo el arco de meta, es en ese momento cuando me doy cuenta que ha merecido la pena, un escalofrío recorre todo mi cuerpo para toparse en mi sien, en mis ojos, noto que voy a llorar…
Llegando a meta nos toman el dorsal parando el crono en 6 horas 4 minutos, me bajo de la bici, y en la vista destellos y siento nauseas, pero sé que todo ha acabado. Tomo la decisión de irme a casa lo antes posible y de llamar a la gente que apreció al llegar a casa (pido disculpas por esto y sobre todo a Diago, que se preocupó, incluso llegando pensar que había muerto en alguno de los tramos de la marcha…..).
Fotos adquiridas en ZonaReflex.com